por JAIME CHUCHUCA SERRANO
Tras 43 días de pugnas, el maestro Pedro Castillo terminó ganando más por la presión social en las calles que por la voluntad de las autoridades electorales con 50.125% de los votos, mientras que Keiko Fujimori logró 49.875%. La derrota del Fujimorismo (la derecha conservadora y racista) marca un antes y un después en la política peruana. Alberto Fujimori venció a la izquierda con el aparato estatal, pero sobre todo con las armas y el terror; ahora y la izquierda de Castillo recupera un espacio a través de las magnitudes electorales y las fuerzas movilizadas.
Perú es uno de los países más desiguales de Latinoamérica, donde el 80% de la población ha visto disminuido su ingreso, en momentos que la economía peruana se ha contraído el 11,12% (2020). El desempleo superó los 10 puntos y en Lima llegó a 16,4%. Con un 70% de la población que vive del trabajo informal, los salarios han disminuido en un 36%, tanto por la reducción de las horas de trabajo, cuanto por las políticas restrictivas de las empresas.
Al igual que otros países latinoamericanos, en Perú la corrupción ha alcanzado niveles escandalosos, como el caso de Odebrecht. En las corruptelas están envueltos expresidentes y las más altas autoridades del Estado. En estas circunstancias, el 82% de los peruanos no confía en el sistema judicial.
Por si fuera poco, en medio de la crisis pandémica, Perú ocupa el primer lugar en el mundo por mortalidad coronavírica.
Castillo ganó con una propuesta popular. Prometió con “palabra de maestro” mejorar los salarios de la gente (también Fujimori lo hizo), luchar contra la corrupción, nacionalizar los recursos naturales, ampliar la cobertura de salud y educación. La propuesta de Pedro Castillo de respetar las libertades de pensamiento y las formas democráticas, triunfó sobre el ofrecimiento de Keiko Fujimori de perseguir con terror a la oposición de izquierda.
Aunque Castillo subió a la presidencia bajo el discurso de mejorar la vida de los pobres a través de la economía popular, continúa el temor de que Castillo, con el tiempo, se vaya pareciendo a Ollanta Humala, quien se viró a la derecha y traicionó su propuesta. Sin embargo, los llamados a la Asamblea Constituyente y a combatir los monopolios, mantiene vivo el apoyo popular, en un país conmocionado que ha tenido cinco presidentes en cinco años.
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