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Foto del escritorFanesca Política

La revolución chilena por una nueva sociedad







“En medio de esta América Latina convulsionada veamos a Chile, nuestro país es un verdadero oasis con una democracia estable” (Sebastián Piñera, 7 de octubre de 2019, pocos días antes del Levantamiento), (Publimetro, 2019).

Chile es una constelación de estrellas en movimiento que no soportó más el degüello social. El yo apruebo del 25 de octubre de 2020 por una nueva constitución llegó al 78, 27%. Así se firmó la sentencia de muerte de la Constitución de Pinochet. El 78% aprobó que se haga una Convención Constitucional con el 100% de sus miembros elegidos por el pueblo de modo paritario entre hombres y mujeres. Recordar que el Levantamiento Popular chileno empezó con los más jóvenes tomándose las estaciones del metro y saltando torniquetes por el alza de 30 pesos (0,04 centavos de dólar), carga de emotividad la situación alcanzada. Los jóvenes chilenos tienen una particular sensibilidad política.

Chile desde 1973, después de la revolución de Allende, pasó a ser un laboratorio del violento modelo neoliberal contrarrevolucionario. EEUU y los economistas de la Universidad de Chicago necesitaban mostrar que la economía de mercado podía emerger en los países subdesarrollados. En 1980, la Constitución fue redactada y entró en vigencia de modo ilegítimo. La casta política chilena aceptó la salida del General Pinochet y empezó a gerenciar la herencia económica y política fundada en los crímenes sociales. Aunque el modelo se promocionaba como exitoso, para 1991 el 54% de los chilenos no confiaba en el Estado ni en el sistema político, en 2017 y 2019 estas cifras llagaron al 80% y 95%, respectivamente (Salazar Vergara, 2019). A pesar del hartazgo del pueblo, todos los partidos políticos con registro electoral respetaban la Constitución de Pinochet.

Los gobiernos de Patricio Aylwin, Eduardo Frei Ruiz Tagle, Ricardo Lagos, Michelle Bachelet y Sebastián Piñera conservaron el Estado neoliberal con tibias reformas. Privatizaron la educación, la salud, los recursos naturales, las empresas públicas, el agua, el transporte. El pacto de la élite civil con la élite militar se enriquecía mientras al pueblo se le achicaba el salario y se le extraía más plusvalía. Se instauró el hiperconsumismo y la banca endeudó a la población con créditos. El progresismo electoral chileno siempre estuvo apegado a la derecha. El discurso hegemónico de la estabilidad era compartida por la Concertación y la socialdemocracia. La crisis de época que empezó en 2019, conllevó la transformación de la identidad política y la gestación de una movilización popular sin precedentes.

Aunque Piñeira antes del estallido decía que Chile era un oasis en Latinoamérica convulsionada, la historia política no respalda esa opinión. La situación de cuasi esclavitud generó un imperio de obligaciones y erogaciones económicas de los ciudadanos, mientras las élites se aislaban del conjunto social y gozaban de sus privilegios y la elusión fiscal. La oligarquía chilena construyó sus propios sistemas de salud, educación, seguridad y servicios. El individualismo oligárquico produjo aislamiento geográfico en la precordillera santiaguina (Sajuria, 2020). Desde inicios del siglo XXI, Chile es particularmente efervescente contra la situación de desigualdad. Recordamos en 2001 el mochilazo, con unos 100 mil jóvenes marchando por las calles, en 2006 el pingüinazo, con un millón y medio de jóvenes protestando. En 2010, 2011, 2012 miles de universitarios, trabajadores, campesinos, indígenas, mujeres se movilizaron por el país. Las Asambleas populares se volvieron costumbre y apareció como un torrente el movimiento feminista en 2018.

En 2019 surgió un nuevo imaginario social en movimiento, una revolución de la calle que alteró la formación política del Estado chileno y criticó las estructuras económicas y estatales. Los cientos de miles de personas movilizadas hicieron de la dignidad una categoría política y no solo una esbelta plaza. Los gritos de la primera línea de que-borrar-el legado-de-Pinochet-será-su-legado atravesaron los discursos políticos más perfumados; el gobierno de Piñeira quedó en jaque y no pudo más que llamar a Consulta Popular. La votación en Chile es la unidad de votos más grande, sin que se hayan dejado las movilizaciones a pesar del control pandémico.

Contra el voto de aprobación generalizado del 78, 27%, se opuso el rechazo de apenas unas tres comunas adineradas de Chile (Vitacura, Las Condes y Lo Barnechea), donde en 1988, el 59% votó a favor de la dictadura (Sajuria, 2020).  En abril de 2021 se elegirán 155 miembros para la Convención Constitucional. Con la revolución chilena entró en decadencia la representación política y los partidos tradicionales. La nueva Constitución será una victoria simbólica, pero la transformación social real está marcada por la despinochetización de la sociedad, la terminación de las estructuras coloniales y epistémicas y el rompimiento de los moldes capitalistas. Los pueblos desean reestructurar su sistema político y económico más allá de cualquier populismo y este es un ejemplo para Latinoamérica. La revolución que empezó el movimiento de Allende, renació en millones de corazones.

Bibliografía

Publimetro. (9 de Octubre de 2019). Piñera destaca a Chile en medio de una “América Latina convulsionada”: “Nuestro país es un verdadero oasis con una democracia estable”. Obtenido de publimetro.cl: https://www.publimetro.cl/cl/noticias/2019/10/08/pinera-chile-america-latina-oasis-peru-bolivia-argentina.html

Sajuria, J. (Octubre de 2020). Decodificar el plebiscito chileno. Obtenido de nuso.org: https://nuso.org/articulo/Chile-constitucion-plebiscito/

Salazar Vergara, G. (Octubre de 2019). El «reventón social» en Chile. Obtenido de nuso.org: https://nuso.org/articulo/protestas-Chile-estudiantes-neoliberalismo/

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