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Foto del escritorJaime Chuchuca Serrano

La herencia de la reina

por Jaime Chuchuca Serrano I ECUADOR

 

El deceso de la reina Elizabeth II de Inglaterra ha tomado la agenda mediática en los últimos días. En este texto, el autor toma una ruta diferente y se centra en el legado neocolonial imperial de la que fue testigo la soberana inglesa.

Antes del boom textil inglés, Inglaterra enviaba la lana a Flandes para que se convierta en tela. Debido a los afanes belicistas y expansionistas de Eduardo I, “Piernas Largas”, uno de los tantos reyes sangrientos de Inglaterra, se empieza a cobrar impuestos a la exportación de lana, tras lo cual viene el boom textil inglés en el siglo XIV. La colonización inglesa dio grandes frutos en América, África, Australia y Asia. No es casualidad que la economía política inglesa empiece en el siglo XVII, necesitaban una teoría para administrar sus grandes heredades en época del capitalismo.


El mismo William Petty, economista clásico por excelencia, era un gran terrateniente debido a sus alianzas con Olverio Cromwell. Según Arrighi y Dussel, yendo contra todo el eurocentrismo, Inglaterra y Europa empezaron a ser una hegemonía mundial a partir de 1840, más o menos. Antes de eso, los mejores productos y las máquinas más sofisticadas, seguían proviniendo de la China. A Marx le impactó tanto el despegue de Inglaterra, que situó sus investigaciones en este imperio. Los reyes y la aristocracia inglesa tenían verdadera pasión por la cerámica, el papel, la seda, el té, la pólvora, las máquinas, y los textiles chinos. La Guerra del Opio entre Inglaterra y China, que se prolongaría entre 1839 y 1860, marca la subordinación de China a Inglaterra.


Inglaterra y Francia, más la primera que la segunda, financiaron las guerras de independencia americanas. Inglaterra sabía a qué apuntaba; así creció el neocolonialismo imperial. Inglaterra resultó estar en el bando ganador de la Primera (1914-1918) y de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945). En esta última, Estados Unidos, que entró apenas en 1941, pudo manejar mejor los hilos económicos para convertirse en la nueva hegemonía mundial, mientras ahora sometía a su poder a la misma Europa. La Reina Isabel II, que asume el trono en 1952, miró estos dos momentos: como princesa, la hegemonía mundial de Inglaterra, y como Reina, su delegación a segundo lugar, no menos importante, en el mundo capitalista occidental. En el punto en común, todas las potencias hacían un bloque para combatir fríamente a la URSS, quien también resultó vencedora en la Segunda Guerra, llevándose media Alemania.


La conservación de la Monarquía Constitucional Inglesa, no ha significado la pérdida del poder económico y simbólico del que goza la Casa Real. A pesar de la delegación al Primer Ministro, la reina gobierna la misma iglesia inglesa y más de 600 instituciones. Para el siglo XXI, en 2022, año en que fallece la Reina longeva (1926-2022), la corona técnicamente es aún soberana de al menos 14 países, incluyendo vastos territorios de América, África, Australia y Asia. Entre 1952 y 2022, la mitad de los reinos de la corona se independizaron como repúblicas, pero el capital inglés sigue dominando grandes extensiones del extractivismo. Sus cuatro hijos, Carlos, Ana, Andrés y Eduardo, son herederos de este inmenso poder, y, de ellos, Carlos III, el nuevo Rey. Una dinastía que viene por lo menos desde el siglo IX.


La vida de la realeza, desde los cincuenta, ha sido un show más de televisión. La habilidad más fuerte de Isabel, fue la reserva, y su herencia es la repartición del poder. La reina muere atravesando la pandemia, en uno de los peores momentos económicos de Inglaterra. Como superando toda seriedad, en Argentina se lee un grafiti: “Maradona es el Rey. Firma: Reina Isabel II”.

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